Nazareno Cruz y el lobo (1975)

Nazareno Cruz y el lobo (1975)

Nazareno Cruz y el lobo, las palomas y los gritos

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Dirección: Leonardo Favio.
Ayudante de dirección: Gilberto Sierra.
Dirección artística: Juan José Stagnaro.
Producción: Leonardo Favio, Orlando De Benedetti.
Asistente: Horacio Labraña.
Diseño de producción: Miguel Ángel Lumaldo.
Guion: Leonardo Favio, Jorge Zuhair Jury.
Basada en Nazareno Cruz y el lobo (radioteatro) de Juan Carlos
Chiappe.
Música: Juan José García Caffi y Jorge Candia.
Fotografía: María Inés Teyssié.
Montaje: Cristián Kaulen, Antonio Ripoll.
Vestuario: Eduardo Lerchundi.
Protagonistas: Juan José Camero, Marina Magali, Alfredo Alcón,
Lautaro Murúa, Nora Cullen, Elcira Olivera Garcés.
País: Argentina.
Año: 5 de junio de 1975.
Género: Drama, Fantasía.
Duración: 84 min.


Artículo del libro Leonardo Favio – Cineasta del pueblo (Colección Estación Cine – 44 – Diciembre 2024)
Nazareno Cruz y el lobo

A la memoria de mi padre
A mi mamá Susana, a mi hermano Astor

Luego de la tempestad, presagio de la bruja sabia entendida en los… “tejes y manejes del demonio, o del señor, según la circunstancia fuera dada”, Jeremías y sus seis hijos no volvieron de lejanos montes y aguadas a los que partieron. “Ahora, deben estar mirando desde el cielo”. Damiana (Elcira Olivera Garcés), madre buena y mujer de Jeremías, espera aún por el regreso… y “para colmo embarazada”. Enlutadas, las brujas del coro, elevan súplicas y plegarias al cielo rogando por el nacimiento de una niña buena.

“Varón nació, lobizón será…”, dice Lechiguana (Nora Cullen), la bruja sabia, al amanecer.

“¿Dios es justo Lechiguana?… ¿Por qué a mí Lechiguana, por qué a mí?”, replica la madre. “Nazareno y Cruz ha de llamarlo… Nazareno y Cruz ha de llamarlo… pa´ aliviarlo en algo al pobrecito…”, señala la bruja.

Inspirados por el radioteatro de Juan Carlos Chiappe (1914 – 1974) Favio, junto a su hermano Zuhair Jury, continúan la búsqueda estética y narrativa que iniciara con Juan Moreira (1973), dedicada a recuperar personajes míticos, épicos, ancestrales, de la literatura gauchesca y la cultura oral, en el film (homónimo del radioteatro de Chiappe); Nazareno Cruz y el lobo… (1975). Construye ambientes sombríos con personajes sacrificiales, faunos, que cargan sobre sí un maleficio, una especie de hechizo sin conjuro en el complejo entramado paradojal de la vida popular.

“En el nacimiento de Nazareno hay una especie de relación entre lo que sería el parto y un velorio, por la presencia de las velas, el crucifijo y la posición de la madre del protagonista (la tía de Favio, Elcira Olivera Garcés). Es un alumbramiento-sepelio. Nazareno Cruz (el nombre es asociable a Jesús el Nazareno —el apellido indica ya el mandato de martirio—) nace condenado”[1]. Condena que Favio expresa desde un estilo barroco realista, con escenas oníricas, complejas en su tratamiento de contrastes y colores.

“Sobre el recién nacido pesa una maldición terrible. Es el séptimo hijo varón y, según la leyenda, en las noches de luna llena se convertirá en lobo y vagará por los campos imponiendo el horror. La bruja del pueblo hace una advertencia: para que eso no ocurra, nunca debe enamorarse. Pero años más tarde, Nazareno conocerá a Griselda”[2].

El amor y el oro

Nazareno es el espíritu de la comarca, demuestra todo tipo de habilidades ganándose el respeto y la admiración del poblado, la de sus iguales y la de los viejos: “Era un placer verlo sobre la rasta, manejar la mancera. Verlo domar un potro era una fiesta. Nadie como él para marcar ganado… o pialar una yegua puerta afuera… y cuando al pueblecito se allegaba, jugaba a que era un lobo y que aullaba por la luna llena”.

Favio deposita en Juan José Camero sus expectativas y la interpretación de Nazareno. Posteriormente, Camero propone a Favio una posible transposición de época: “… ¿Por qué no hacemos un Nazareno hoy?, es decir, un Nazareno que se pregunte ¿qué pasó? , ¿qué es este mundo lleno de vidrios polarizados, lleno de injusticias y donde unos pocos se sientan a la mesa de un placer obsceno mientras unos cuantos padecen o en el mejor de los casos, recogen las migajas?…”[3].

Nazareno desciende al poblado danzando y sonriente. Allí ve por primera vez a la hermosa Griselda (Marina Magali). En ese instante aparece el niño romántico, alegoría que promete encender un fuego entre ambos.

“Nazareno… ¿Cómo hace el Lobo cuando hay luna llena?”, pregunta encantada Griselda.

Al mismo tiempo, el Diablo (Alfredo Alcón) observa a ambos detenidamente. “La leyenda del lobizón es, entonces, la versión local y ancestral del hombre lobo y del mito de la bella y la bestia”[4].

“… Ya es hora de ir a ver a Nazareno… y así ayudarlo a escapar de su tragedia”, pronuncia el Diablo en primer plano.

Imagen que remite a “… la macabra pintura La pesadilla, del artista suizo Henry Füssli (1741–1825), en la que se representa a una mujer tumbada indefensamente en su cama, atrapada en la visión de su pesadilla mientras un íncubo (demonio) está agachado sobre su vientre mirando desafiante al observador”[5].

“… Estás enamorado Nazareno… y eso en vos no es bueno”, dictamina.

“El Diablo se materializa frente a Nazareno antes de la luna llena y le hace una oferta: escoger entre el amor y la riqueza. Si elige lo segundo, eludirá el destino de lobisón y será libre del sortilegio, e inmensamente acaudalado. Pero el enamoradizo Nazareno apuesta por la bella Griselda, opta por otro camino y asume los horrores de su transformación nocturna”[6]. Desestima las riquezas de oro y pedrería propuestas por el Demonio… decisión parecida a la que tomara Francisco Bernardone (santo) al deshacerse de posesiones materiales entregándolas a los pobres de Asís, en el film: Hermano Sol, Hermana Luna (1973) de Franco Zeffirelli (1923–2019).

Si bien Nazareno elige a Griselda, su destino de transfiguración en bestia será invariable. Esta angustia y desesperación lo llevan al encuentro de su madre primero, y de Lechiguana, la bruja, en su cueva más tarde.

“Entonces… ¿Es verdad?”, pregunta Nazareno en llanto, como ante un oráculo.

“Solito has de esperar lo que acontezca. Si has elegido ya entre el amor y el oro, ¡que Dios se apiade de tu almita buena!”, confirma la bruja madrina.

Angustiado y errante, Nazareno se debate en la incertidumbre del verdadero amor de Griselda o su temor al verlo convertido en lobo.

“Un hijo… un hijo”, suspira Griselda.

“Todavía estás a tiempo Nazareno”, advierte el Diablo, antes de que sea luna llena.

Aunque Nazareno ya ha elegido el amor… con todos sus implícitos de advenimiento animal. “Identificado como lobisón, solo su amada permanecerá a su lado. Todos los demás se organizan para destruirlo”[7].

Balas de plata

Nazareno es acusado de asesino, convertido el lobo, y se oculta en los montes justo antes del anochecer. Griselda ruega que no lo lastimen, pero la comarca entera desoye sus súplicas, “… los vecinos reunidos para reclutar gente y matar al lobisón aparecen como saltimbanquis, como artistas circenses que van anunciando su llamado en verso. El film tiene mucho de teatro versificado: personajes corales o que van acompañando a la acción o al héroe, como Fidelia, el padre de Griselda, el borracho, el chivo emisario, figuras secundarias que también “dicen”.

El grupo que viene desfilando por el campo como un circo, con música marcial, resulta fellinesco, como lo es la recreación del infierno al estilo Satyricon de Fellini (un barroco mediterráneo): personajes incrustados en las paredes, huecos, un espacio absolutamente accidentado y laberíntico”[8].

El mundo subterráneo de la Salamanca aloja seres penitentes, cautivos… “la madrina del diablo, que guía a Nazareno al infierno, como el barquero Caronte en la mitología clásica, sufre distintas transformaciones en animales”[9].

Nazareno es recibido en coro y con música andina de charango en la Salamanca. “Favio condensó la cantidad de personajes y escarbó en su imaginación. Apostó por lo ilógico, por lo inseguro, en una historia llena de demonios y ángeles, brujas y alimañas, saltimbanquis, pregoneros y fragmentos musicales de Verdi, palomas feroces y viejas desdentadas, gritos ásperos y perros cimarrones”[10].

Malherido, Nazareno habla con el Diablo… que le confiesa haberlo traído allí para pedirle un favor, una gauchada. Hincado bajo un árbol reverdeciente, luego de una extensa caminata, el Diablo le explica a Nazareno sentirse un poco cansado… y como Nazareno eligió el amor, tendrá la oportunidad de ir ante Dios… y en esa ocasión interceder… “A veces malo, a veces bueno, el Diablo personifica la energía del devenir, la esencial movilidad de la vida, la variancia de un universo en continua transformación, la atracción de un porvenir diferente y destructor del pasado, tanto como del presente”[11].

“Me le vas a decir que estuviste conmigo, ¿sabés?…, que a ver si podemos volver a conversar…”, dice el Diablo, sollozando.

La petición se torna sensible y bella como proveniente del más profundo deseo de liberación en el hondo infierno del Dante[12] “… El universo fílmico de Favio asume el carácter alucinatorio y fantasmagórico del fenómeno cinematográfico”[13]. “Como Goethe, el órgano con el cual comprende el mundo es el ojo”[14].

Desolada, Lechiguana sabe que Nazareno corre peligro… le anuncia que el poblado prepara en la fragua balas de plata, y que su madre está muy triste. La noción de exilio o destierro aparecen como posibilidad de salvación. A medianoche, de manera oculta, clandestina, Griselda encuentra a Nazareno convertido en lobo…

“Nazareno… ¡Toda la noche buscándote! ¡Tengo tantas cosas para contarte! ¡Tantas cosas!”, declara Griselda, al lobo.

Ambos escapan, se fugan, cruzan montes nocturnos, senderos y pastizales cuando un disparo certero hiere de muerte a Griselda. Su padre, Santiago (Lautaro Murua), intenta evitarlo, en vano… y dispara sucesivamente contra Nazareno quien cae con Griselda entre sus brazos.

“Nazareno y Griselda son personajes casi celestiales, cuya característica dominante es la luminosidad, figuras de aire, son ingrávidos, puros, elementales, inmaculados, inocentes, asociados a una naturaleza paradisíaca (los bosques claros, el agua prístina, los prados verdes), ajenos a la maldad”[15]. Los cubre en la atmósfera: Soleado (1974) canción instrumental de Ciro Dammicco “Zacar”. Perduran aún los ecos del Diablo suplicando a Nazareno que interceda por él cuando esté frente a Dios.


[1] Alberto Farina. Leonardo Favio. Bs, As: Centro editorial de América Latina, 1993, pp. 30 y 32.

[2] Javier Firpo. Nazareno Cruz y el lobo (1975), en La memoria de los ojos: filmografía completa de Leonardo Favio. 2° Ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La Otra Boca, 2014. P. 95.

[3] Hugo Biondi (2007), citado en Norberto Galasso. Leonardo Favio. 1° Ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ministerio de Cultura de la Nación, 2015, p. 117.

[4] Alberto Farina. Ob, cit., p. 36.

[5] Stephen Farthing. Arte toda la historia. 1° edición en lengua española. Chile: Ed. Contrapunto, 2010, p. 266.

[6] Javier Firpo. Ob, cit., p. 95.

[7] Ídem.

[8] Alberto Farina. Ob, cit., p. 26.

[9] Alberto Farina. Ob, cit., p. 38.

[10] Javier Firpo. Ob, cit., p. 104.

[11] Jean Epstein. El Cine del diablo. 1° Ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus, 2014, p. 19.

[12] Dante Alighieri (1265 – 1321).

[13] Alberto Farina. Ob, cit., p. 38.

[14] Alberto Farina. Ob, cit., p. 45.

[15] David Oubiña y Gonzalo Aguilar (1993), citado en Norberto Galasso. Leonardo Favio. 1° Ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ministerio de Cultura de la Nación, 2015, p. 118.

*En cada página la cursiva entre comillas corresponde a diálogos y voz en off del film: Nazareno Cruz y el lobo. “Las palomas y los gritos” (1975). Dirección: Leonardo Favio.

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